70 AÑOS, POR DELANTE
Hoy domingo 19 de julio, hemos celebrado en familia el 70 cumpleaños de mi padre; Juan Félix Ibarreche Achútegui. Un día muy especial que hemos vivido como a él le gusta; tranquilos y sin darle mayor importancia. Comida en una sidrería con hijos y nietos, paseo por la playa para bajar la comida y vuelta a casa sin mayor historia. Él es así, sencillo, sin alardes, tímido e introvertido. Un Ibarreche, que dirían algunas. (…) Pero quiero contar más cosas de mi padre. Las pocas que me llegan y se dejan ver en momento muy muy puntuales. Hoy, su cumpleaños, al margen de los bienes materiales, este artículo es mi regalo que, supongo, no leerá jamás ya que no tiene smartphone. Lo dicho, un tío sencillo.
14 de julio de 1949. Juan Félix Ibarreche Achútegui
Tengo sentimientos muy encontrados a estas horas de la noche, cuando quiero contaros algo sobre el 70 cumpleaños de mi padre. Me doy cuenta, de la normalidad con la que ha transcurrido el día: Hemos comido fuera, soplado la tarta, sacado apenas unas fotos, dado un paseo por la playa y vuelta para casa… Nada del otro mundo, a pesar de celebrar una cifra tan «redonda» como son 70 añazos.
Pero supongo que mi padre es así. Sencillo, simple, de conformarse con poco y disfrutar a solas de sus momentos. Qué vamos a decir o hacer los demás, si él no desea celebrarlo de otro modo.
Y digo que tengo sentimientos encontrados, porque a pesar de sentirme FELIZ por el cumpleaños de mi padre, me siento MUY TRISTE por lo poco que comparte con los demás. Cuando le pregunto -¿Cómo te sientes con la entrada en los 70? Obtengo un encogido de hombros y la respuesta: -Un día más que ayer. Para mí eso es un NADA que no llena lo que deseo obtener. Desearía saber más de lo que piensa, de lo que quiere, de lo que siente, y me doy cuenta -cada día más-, de que no conozco a mi padre. Y me aterra pensar, que cualquier día nos despediremos sin haber tenido nunca una conversación padre/hijo donde sincerarnos y contarnos «nuestras cosas» (sean las que coño sean)
Esto me recuerda que hace un par de semanas, estando mi madre de viaje con mi tía por los países bálticos, invitamos a mi padre a cenar con nosotros unas pizzas. Vino a regañadientes (ya sabía que me iba a costar sacarle de su «fortaleza de la soledad» que es su casa), pero estando ya aquí, DISFRUTÓ un montón con mis hijos/sus nietos.
Pero lo que me conmovió, fue su cara cuando le recordé que ese día se celebraba el 45 aniversario de la explosión de la fábrica de Explosivos Río Tinto (donde trabajaban sus hermanos y hubo 17 muertos). Nos empezó a contar cómo iba por la calle, escuchó la explosión y saltaron por los aires todas las lunas y ventanas de la zona, pensando inmediatamente que era otro atentado de la banda terrorista E.T.A. Y cómo se asustó al ver ascender la columna de humo procedente de la fábrica de explosivos.
Comiendo la pizza, a mi padre se le hizo un nudo en la garganta y se le saltaron las lágrimas al recordar aquella escena. A mí también, al comprobar que los sentimientos de mi padre están ahí, esperando a que se los saquemos.
La charla pendiente…
Y aquí seguimos. Un año más, con esa charla que tengo pendiente con él. Una charla donde quiero que me cuente su vida, sus pensamientos, sus sentimientos. Una charla que me permita conocer a mi padre, más allá de lo que veo todos los días y que no pasan de ser rutina. POR SUPUESTO sé que adora a sus nietos, y he vislumbrado sonrisas y lágrimas de pura emoción en su rostro cuando está con ellos. Siempre presto con la cámara a tratar de retratar esos momentos, suspiro por hablar con él un día y me cuente de viva voz lo que siente en esos instantes, y en los que ha tenido a lo largo de su vida. En fin… que espero algún día CONOCER de verdad a mi padre y el me conozca a mí, claro.