Nadie dijo que ser padre fuera fácil. Bueno, realmente ser padre no tiene mucho misterio. Lo que realmente es DIFÍCIL es SENTIRSE un BUEN PADRE. En los últimos meses reconozco que menos eso me he sentido de mil maneras distintas: Enfadado -Cabreadísimo que diría mi hijo-, abatido, triste, decepcionado, contrariado, hastiado… ¿te suena todo esto? Si es así, te interesa continuar leyendo. No todo está perdido.
LAS PEPITAS DE ORO
Te levantas por la mañana y ya desde primera hora discutes con tus hijos: Las sábanas se les quedan pegadas, tardan en vestirse, desayunar y prepararse para ir al colegio. Sales tarde y a gritos porque observas que ni siquiera se han lavado la cara y/o peinado.
La tarde no es mejor: Pasan de hacer las tareas o reniegan de ir a las extra-escolares. La merienda no les gusta y rechazan el bocata de la abuela. Eso sí, tienes que aguantar su «enfado» cuando les niegas las chucherías que piden por capricho. Para colmo, se traen el cabreo a casa y pasan de cenar porque no les gusta lo que les has puesto. Mejor sentarse a ver la TV (o intentarlo):
– Nononono… Si no hay cena derechitos a la cama.
Empieza el «Show» de la noche: Los enanos no se duermen y se encargan de fastidiar el único momento del día que tienes para relajarte (O escribir este post como estoy haciendo ahora). La frustración de todo el día, añadido al cansancio acumulado al final de la jornada, provoca que la ira se vaya apoderando de ti y acabes acudiendo a la habitación a «poner orden». Y cuando digo «poner orden» me refiero a pegarles una bronca, amenazarles con castigos varios o vete tú a saber qué se le ocurre a ese OGRO en el que has acabado transformado.
A grosso modo. Os acabo de contar cómo han sido mis días este último mes de diciembre 2021. Esa es la percepción que tengo de mí mismo y lo que ha ocurrido con mis hijos. Sin embargo. NO HA SIDO ASÍ. ¿O sí?
Desde luego, no puedo decir que mis enanos hayan sido «maravillosos». Este mes han sido un auténtico DESASTRE y han dejado de hacer cosas que ya pensaba tenían interiorizado (de eso ya hablaré otro día). Sin embargo, me he dado cuenta de varias cosas que he pasado por alto y no he sido consciente de ello hasta que me he parado a pensarlo detenidamente:
- Los dos (pero sobre todo el mayor), ha traído a casa unas notas bastante buenas y el tutor nos indicó que este año ha mejorado muchísimo su rendimiento y actitud en clase. Están contentísimos con él.
- Los dos se llevan bastante mejor y aunque se chichan de cuando en cuando, ya no se cabrean ni se pelean del modo que lo hacían antes. Cuando están solos, escucho más risas que llantos.
De momento no son muchas, sólo dos. Pero son MIS PEPITAS DE ORO.
Como el bateador que busca oro en un río: Estas dos acciones son las «buenas cosas» con las que me quedo de entre todo lo que ha sucedido durante todo el mes. Como el bateador que tira toda la piedrilla que no es oro, me quedo con lo bueno y me deshago del resto. (…) Por supuesto que tomo nota de todo y trato de aprender para no cometer los mismos errores. Pero tener en mente/atesorar estas «pepitas de oro», hace que mire a mis hijos de otro modo y recuerde que son capaces de hacer cosas buenas.
Y algún mérito tendré como padre en todo ello. ¿No?
CONCLUSIÓN
Pensar de este modo, me ayuda a mantener una mente positiva y no fustigarme cuando me equivoco y/o las cosas no salen como deseo en ese momento. Consejo: Busca y atesora tus pepitas de oro.
Muy buen post, Juan Félix, totalmente identificado con lo que has escrito mi hijo de 7 años me hace sudar mi que los sudokus, pero al final compensa ver que se va convirtiendo en una personita capaz de cosas maravillosas, animo a todos los #padresymadresheroes