Pegar a tu hijo porque te pega…

pegar-hijos
Se vé que le están haciendo daño al caballero… Fuente: www.sekolah.me

Vaya por delante que a día de hoy, nunca he pegado a mi hijo ni tengo intención de hacerlo. Y no porque no haya tenido ganas de dar rienda suelta a mis «aprendizajes» y soltar la mano alegremente ante un acto que me ha sacado de mis casillas… Enfadar, todos nos enfadamos alguna vez. Pero cuando un hijo nos golpea, ¿realmente está justificado soltarle un sopapo bajo la explicación -cuando no excusa-, de que nos ha pegado y nos ha hecho daño? Veamos… 

Situaciones que he visto y que han «desembocado» en un guantazo -y daño real-, para el niño:

  • El niño está reclamando la atención golpeando levemente el brazo de su madre/padre, mientras este está concentrado en otra cosa (tablet, TV, periódico…). Ante la desatención, el niño pega más y más fuerte hasta que, finalmente, el adulto pierde la paciencia y le da una castaña cuando se da cuenta de que le están pegando y no le gusta.
  • El niño está enfadado por algo que no le dejamos hacer y como vé que no consigue lo que quiere, se enrabieta y empieza a soltar patadas y puñetazos. Alguno de ellos impacta en sus progenitores y éstos, ya fuera de sí por aguantar los lloros, también sueltan la mano ante la «afrenta» de haber sido agredidos por el pequeño.
  • Juegos de cosquillas que derivan en golpecitos, que derivan en golpes más fuertes y el niño, cuando pierde el control y se le va la mano dando en mal sitio a su padre/madre, recibe la correspondiente reprimenda en forma de «plastazo».

¿SOMOS LOS ADULTOS DISTINTOS?

  • Cuando un amigo no me presta atención y le doy un golpe en el brazo, el no me contesta con un sopapo.
  • Cuando se me cuelga el ordenador me dan ganas de tirarlo por la ventana y golpearía la pared con mi puño si no supiera que me destrozaría la mano y sería un acto de lo más absurdo.
  • Cuando pisamos sin querer a un traseúnte por la calle y puede que le hallamos hecho mucho daño porque tenía un «callo», éste no nos agrede porque sabe que no era nuestra intención hacérselo.

Con esto, quiero decir, que los adultos también vivimos situaciones similares a las de los pequeños. Cuando agredimos a nuestros hijos por cosas que en el mundo adulto son incuestionables, mandamos un mensaje muy peligroso a nuestros hijos. No somos conscientes de ello, pero es así.

Yo tengo derecho a pegarte porque soy tu padre y tú eres mi hijo. Y no me importa que veas que a los demás no se lo hago. Te respeto menos que a los demás.

¿DAÑO REAL?

Fijáos en la foto del encabezamiento del artículo. ¿Creéis que al luchador de sumo, esos dos mocosos son capaces de hacerle daño si él no quiere? Ni a propósito… (…) Me llama la atención cómo muchas veces reaccionamos con violencia «real» ante la violencia «infantil». Hablo de niños de un metro de altura, que es lo que conozco… O sea, ¿Realmente un niño de un metro es capaz de hacerte tanto daño como para hacérselo tú? Hay que tener en cuenta la diferencia de tamaño y de percepción. No es lo mismo como siente un pequeño un «leve sopapo» nuestro, que cómo sentimos nosotros la mayor de sus patadas... Pensad en un gigante que os dobla o triplica la altura, que es exactamente como ellos nos ven.

EVIDENTEMENTE, cuando un niño es muy violento y trata de hacer daño con saña, hay que tener mucho cuidado y tratar esa actitud. Pero mi hijo, por mucho que lo intente, de no ser que me despiste y me dé en «mal sitio», es incapaz de hacerme daño si yo no quiero. Si me dejo, como en los casos anteriores, tendría que atenerme a las consecuencias y no pagar con el pequeño, nuestra falta de cabeza/previsión.

CÓMO EVITAR PEGAR A TUS HIJOS

Para mí, la mejor manera de  no hacerlo es interiorizar y tener presente el siguiente mantra:

«Si no quiero que mi hijo pegue, lo mejor es darle ejemplo y demostrarle que yo no pego.»

Soy consciente de la dificultad, y tened por seguro que a pesar de que uno hace todos los esfuerzos para conseguir el objetivo de no tener un «hijo pegón», él aprenderá a usar la violencia por su cuenta; en el colegio, con los amigos jugando, observando a otras personas que sí agreden por la calle (son como esponjas y experimentarán contigo todo aquello que ven por ahí). Pero creo que el mejor ejemplo lo tenemos que dar los padres en casa y explicarle que eso, ESTA MAL.

Otro «truco» para evitar, en la medida de lo posible, que el pequeño agreda es NO MOSTRARLE NUESTRO MALESTAR cuando lo hace. Tened por seguro que los enanos, cuando detectan que algo nos irrita, usarán esas armas para sacarnos de quicio cuando les interese crear el caos. Si cuando tratan de pegarnos, les enseñamos que eso no nos altera y les hacemos ver la inutilidad de esos actos, poco a poco la conductar tenderá a remitir. (…) Si por el contrario, cada vez que nos pega nos hace perder los papeles, os aseguro que la escena se repetirá una y otra vez cuando él desee, por mucho que le abronquéis y zurréis… porque ellos son así. Mucho ojo con entrar en esta dinámica porque podréis estar creando un clima de tensión nada recomendable y la tendencia, siempre, es ir a mas; o en fuerza o en cantidad…

A MI ME PEGARON Y AQUÍ ESTOY, SIN TRAUMA ALGUNO

Siempre que hablamos de «castigos» o de «pegar» a los pequeños como reprimenda, tengo que escuchar esta frase. Siempre de gente que suele dar un cachete de vez en cuando, claro. (…) A casi todos nos han dado con el cinturón o con la zapatilla alguna vez… Pero, ¿que nos haya ocurrido a nosotros justifica que nosotros también lo sigamos haciendo? ¿Por qué pensamos que zurrar es un método de disciplina mejor que no hacerlo y que no hacerlo desembocará en niños descontrolados?¿Por qué nos nos paramos a pensar en qué hubiera pasado si nos hubieran educado sin violencia y tratado más inteligentemente nuestras emociones?

UN NIÑO NO PEGA POR PEGAR

Seguramente esté ENFADADO o FRUSTRADO por algo -que tendremos que descubrir-, y es ahí donde los padres tendremos que trabajar desde temprano para que, cuando se haga mayor y no consiga todo aquello que desea; acabe con actitudes violentas. ¿Acaso no habéis visto nunca Hermano Mayor?. Hablaremos de la FRUSTRACIÓN otro día… porque si no entendemos de qué sirve o qué nos indica, difícilmente podremos trabajar con ella.

 

«No hay que confundir AUTORIDAD con AUTORITARISMO»

Y creo que el problema es que muchos confunden estos términos…

 

ENLACES RELACIONADOS
  1. Niños violentas (www.humanium.org)
  2. EL ENFADO

Un saludo a todos
JFI

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.